Partimos de la premisa de que
si se puede entender la defensa de las plantas en todas las
escalas (tejidos, individuos, poblaciones y comunidades
vegetales), entonces podemos contribuir al diseño de
agroecosistemas sustentables y a prácticas que aumenten las
posibilidades de éxito en la restauración y conservación de la
naturaleza.
En la defensa de las plantas
están implicadas muchas variables distribuidas en una gama muy
amplia de dimensiones. Por ejemplo, resulta vital entender la
ecofisiología implicada en la producción y mantenimiento de los
metabolitos secundarios en los tejidos vegetales así como el
entender la relación de los enemigos naturales de los herbívoros y
de los fitopatógenos. Esto implica que en nuestras investigaciones
se requiere de la participación de investigadores de diferentes
disciplinas y que trabajan a diferentes escalas. Tenemos varios
proyectos en desarrollo relacionados con la importancia de la
variación de los metabolitos secundarios en el uso medicinal de
las plantas y con la importancia de la variación de los
metabolitos de los árboles de aguacate y de las huertas donde se
cultivan. Hasta ahora, hemos trabajado con varias hipótesis entre
las que se encuentran las siguientes:
1. Las plantas con mayor
diversidad y concentración de metabolitos secundarios están mejor
protegidas contra herbívoros y patógenos que las plantas con poca
diversidad y/o concentración de metabolitos secundarios.
2. Las poblaciones vegetales
con mayor diversidad de fenotipos químicos reciben menos daño por
parte de herbívoros, parásitos y patógenos que las poblaciones con
menor diversidad.
3. Las características
antiherbívoras de las plantas y su variación intra-poblacional son
más efectivas, limitando el daño por herbivoría y dificultando la
evolución de cepas de herbívoros devastadoras, cuando la actividad
de los enemigos naturales de los herbívoros es alta que cuando los
enemigos naturales están ausentes o con poca actividad.
En esta línea de investigación
siempre hemos tenido la premisa de que las plantas arvenses,
rurales, o no deseadas (esto es, malezas), son componentes
ineludibles de ecosistemas antropógenos. En los agroecosistemas, o
en cualquier otro ecosistema, estas plantas pueden funcionar de
maneras múltiples con los humanos, sus cultivos, otros componentes
bióticos del sistema o influir en los procesos ecosistémicos que
son aprovechados por los humanos. En ocasiones, las malezas pueden
ser altamente nocivas, pero en otras, benéficas.
Así, creemos que el
conocimiento de las malezas, sus patrones de distribución y sus
interacciones con los humanos y otros organismos, resulta crucial
para lograr un manejo sustentable de este grupo de plantas.